
En la segunda mitad del siglo XVIII, llegaría a las manos de un joven naturalista alemán una de las obras más revolucionarias de la ciencia: “El origen de las especies”, de Charles Darwin. Se trataba de Ernst Haeckel, una eminente figura de la ecología y filogenia —el estudio de la historia evolutiva de los seres vivos—.
Sus aportaciones son tan valiosas como variadas; sin embargo, se trata de un buen ejemplo de un hombre condicionado por las ideologías de su época.
Indispensable en cualquier introducción a la biología
Ernst Haeckel fue quien acuñó términos como “ecología” o phylum —categoría taxonómica que reúne organismos con un diseño corporal común, como los moluscos— . Además, descubrió y nombró cientos de especies, realizando expediciones con otros naturalistas.
Es conocido como uno de los grandes divulgadores de la teoría de la evolución de Darwin en Alemania. Pero a pesar de todo esto, no compartía muchas de sus ideas y veía al ser humano como el cénit de la evolución.

El lado oscuro de un gran científico
El darwinismo no solo trajo consigo progreso. Las ideas de la selección natural, la supervivencia del más apto o la relación del hombre con los primates avivaron ideologías retrógradas. Es lo que se llama darwinismo social—emplear argumentos biológicos para explicar el funcionamiento de la sociedad y la discriminación—.
Haeckel no solo creía en estas ideas, sino que también las fomentaba. Entre ellas, defendía la jerarquía entre las razas y la “purificación” de estas para el perfeccionamiento de la especie humana —eugenesia—. Estas fueron algunas de las bases del caldo de cultivo pútrido del que nació el nazismo, que llevó a tantas atrocidades años después.
Vida brotando en el papel
“Kunstformen der Natur” es un libro que recoge el trabajo artístico de Haeckel, originalmente dibujos en acuarela. El título en alemán vendría a significar “Las obras de arte de la naturaleza”, unas cien páginas llenas de vida y color.
Algunos de los organismos representados los describió Haeckel por primera vez: desde algas microscópicas hasta medusas, pasando por arañas, murciélagos, orquídeas, tortugas, babosas marinas, polillas…

Para el odio y la ignorancia, cualquier argumento es bueno para legitimarse. Haeckel fue víctima de las ideologías del mundo en el que vivía, y no sería correcto ignorar lo peor de las figuras históricas como él; sería quedarnos con media verdad.
A pesar de todo, la humanidad de Haeckel se quedó en el importante legado que dejó a la ciencia y en la acuarela de sus pinturas.