La biodiversidad está en peligro. Un mensaje con el que las generaciones actuales hemos crecido; el oso polar, el rinoceronte blanco o el impresionante caso del lince ibérico. Todas ellas son especies fuertemente amenazadas como consecuencia de nuestras acciones, aunque en diferente situación cada una de ellas.

Uno de los mantras con los que convivimos, es que las especies vegetales y animales están en regresión en muchos casos. Esto es una realidad, pero como consecuencia, estamos ante la posibilidad de caer en “el cuento de Pedro y el lobo”. A veces, no somos conscientes de lo que realmente está sucediendo hasta que nos toca de cerca, quizás demasiado cerca.
¿Qué es la biodiversidad?
Es probable que uno de los principales problemas a la hora de enfrentarnos a cuestiones como esta sea el desconocimiento. Biodiversidad, una palabra que todos hemos oído y utilizado, pero, ¿sabemos qué significa?
Debemos entender la biodiversidad como el conjunto de seres vivos que coexisten en nuestro planeta. No obstante, se trata de un concepto con un fin mucho mayor. Dentro de ella debemos reconocer también los procesos biológicos y ecológicos que se establecen entre organismos de igual o distintas especies. Así mismo, se deben reconocer en ella los ecosistemas, base de cualquier modelo de vida, o la diversidad genética, determinante en gran medida de la riqueza de la vida que disfrutamos.
Proceso biológico: proceso que ocurre en los seres vivos en los que intervienen reacciones químicas. Como resultado de estas, se da lugar a una serie de acciones desde el nivel celular hasta el nivel de individuo completo que permiten la interacción del ser vivo con el entorno (donde se incluye el medio físico, su misma especie e individuos de otras especies).
Proceso ecológico: cualquier interacción que se da entre un organismo y el medio en el que vive. Entre estas interacciones, encontramos los flujos de energía, de nutrientes o la dinámica de las poblaciones.
Ahora bien, una vez comprendida la importancia de este concepto, lo que realmente abarca, debemos plantearnos otra pregunta: ¿por qué está en peligro?
La naturaleza, y dentro de esta, el propio ser humano, se encuentra ante una circunstancia nunca vista. Vivimos en el contexto del cambio global, intentando paliar y disminuir el efecto de nuestros errores; por desgracia, de manera descoordinada e ineficiente en muchas ocasiones. Aunque quizás debamos preguntarnos antes de nada qué es eso del cambio global.

Cambio global: ¿a qué nos enfrentamos?
Este concepto hace referencia al conjunto de cambios en el medio ambiente provocados por la actividad humana. Especialmente hablamos de los sistemas y procesos que determinan el buen funcionamiento del medio natural. Además, se trata de un problema transversal, capaz de hacerse sentir a nivel local, regional e incluso global.
Como vemos, nos enfrentamos a una situación compleja, que además puede resultarnos bastante abstracta. Para eliminar ese pequeño salto, lo mejor es dar ejemplos de los problemas a que debemos hacer frente.
Fragmentación del territorio y alteración de hábitats
Es probablemente uno de los problemas que podemos reconocer de manera más directa si estamos en contacto con la naturaleza. No obstante, puede ser difícil de reconocer si no salimos de nuestra burbuja urbanitaria.
Estamos acostumbrados a un modelo económico y social basado en ganarle terreno al medio ambiente, y en muchas ocasiones, hemos tratado a la naturaleza como nuestro enemigo. Este hábito ha provocado la división y desaparición de la mayoría de espacios naturales no protegidos, degradando así los hábitats que los componen. Por poner un ejemplo de mi tierra, Andalucía: donde antes había dehesas con encinas y sotobosque hoy quedan en muchos casos cultivos intensivos, granjas o polígonos industriales.

Especies exóticas e invasoras
Estas son otra de las grandes amenazas a nuestra biodiversidad. La presencia de nuevas especies o la extensión en el tiempo y en el espacio de otras ya presentes, que pueden suponer fenómenos de competencia y desplazamiento de las autóctonas. En algunas ocasiones, pueden ser causadas directamente por el ser humano, en otras, de manera indirecta.
El cambio global, concretamente el cambio climático, es un gran precursor del movimiento de poblaciones hacia nuevos territorios. O al revés, el causante de que especies tradicionalmente migratorias hoy en día estén parando de migrar. Un buen ejemplo puede ser el águila culebrera en Andalucía, donde se ha visto que algunos individuos han parado de migrar o están retrasando esta migración hacia zonas más cálidas. Esto se debe a que, su principal sustento, las culebras, están retardando o parando su
periodo de hibernación, debido al aumento de la temperatura.
Probablemente, lo más significativo de todo esto es que nos permite ver cómo todos los seres vivos están conectados. De manera que, si alguno modifica o se ve forzado a modificar sus hábitos, las especies que interaccionan con ella se ven afectadas. Este es uno de los problemas del cambio climático, es capaz de provocar cambios en una especie, y como resultado, afectar a otras muchas de manera indirecta.

Sobreexplotación de recursos
Quizás estemos ante la amenaza más difícil de identificar para nuestra sociedad. Cuando vemos una cotorra, asumimos que es una especie invasora. Cuando vemos una explotación agraria intensiva, sabemos que en algún momento significó un cambio en el uso del suelo. Pero, ¿cómo nos damos cuenta de que estamos explotando un recurso por encima de sus posibilidades? Esto supone un problema, porque no pensamos en que todo lo que vemos no está ahí para nosotros.
El ser humano abusa en muchas ocasiones de su complejo de Dios. Un buen ejemplo puede ser la constante sequía que sufrimos en el sur peninsular. Debemos plantearnos por qué tenemos este problema. Ya no debemos centrarnos solo en el hecho de que no llueva o llueva menos, que es un problema que debemos enfrentar. El problema real lo tenemos en la mala gestión que hacemos del agua.

¿Por qué proteger la biodiversidad? Servicios ecosistémicos
Uno de los motivos más utilizados para la defensa de la biodiversidad es que nos proporciona servicios ecosistémicos, aunque quizás no quede claro de que se trata. Estos servicios son los beneficios de los que disfrutamos como resultado del correcto funcionamiento de los ecosistemas.
Podemos encontrar servicios ecosistémicos de aprovisionamiento, aquellos que nos proporcionan materias primas como la madera, los alimentos o el agua. Servicios de regulación y soporte, esos que nos ayudan a mitigar los impactos, como la regulación del clima o el control de la erosión del suelo. O por último, los servicios ecosistémicos culturales, que son aquellos que nos ayudan a mejorar nuestro bienestar, los relacionados con el ocio, el sentimiento de apego o la inspiración artística y emocional.
Otro de los motivos esenciales para proteger la biodiversidad es el reservorio genético que supone la
biodiversidad como conjunto y dentro de cada especie. Problemáticas como la alteración del hábitat y la fragmentación del territorio son las mayores causantes del aislamiento genético de poblaciones de una misma especie. Buen ejemplo de esto puede ser el lince ibérico, que vio sus poblaciones de Doñana y Sierra Morena separadas, y por tanto, ante el aislamiento genético.
El aislamiento genético provoca que las poblaciones presenten, con el paso del tiempo, menos variabilidad en sus genes (pocas variantes de un mismo gen). Esto puede ser un problema, ya que si una población tiene pocas variantes de uno o varios genes, es más probable que, ante un cambio repentino en el ambiente, el ser vivo se extinga. Cuanto más variable y rica sea la genética de un ser vivo, más probabilidad tiene de que alguna de las numerosas variantes de un gen sea beneficiosa para superar las adversidades ambientales.

¿Cómo luchamos para proteger la biodiversidad?
La lucha para proteger la biodiversidad es una cuestión social. Debemos actuar como hormigas, que trabajan unidas por la consecución de un bien mayor. Para ello, debemos hacer uso de todas las herramientas disponibles y a nuestro alcance.
Desde una escala política debemos exigir que se alcancen acuerdos y compromisos entre países para proteger nuestra riqueza natural. Esto debe hacerse mediante la celebración de cumbres y la creación de nuevas leyes que velen por el buen estado de la naturaleza.
Otra de las bases debe ser la valorización económica de la biodiversidad. Algo similar al concepto de que “el que contamina paga”, pero aplicado a nuestro contexto y con mayor alcance.
Debemos ser conscientes de que, aunque la naturaleza no nos cueste dinero de manera directa, eso no la hace gratis. Y de la misma manera, debemos saber que los servicios que ella nos presta de manera altruista pueden cuantificarse económicamente. Si somos capaces de apoyar nuestro crecimiento en la puesta en valor del medio ambiente, estaremos en el camino correcto.
Por último, es esencial la puesta en valor y el compromiso de la divulgación. Es uno de los aspectos más importantes, ya que tenemos el poder de hacer llegar a la sociedad los problemas ambientales a los que nos enfrentamos. Así, podremos dar a conocer e impulsar otros conceptos como los bioindicadores, los corredores ecológicos o las soluciones basadas en la naturaleza.
Solo así, como hormigas, seremos capaces de proteger algo que merece la pena conservar: la biodiversidad.

Muy instructivo y claro.
Ojalá se divulgue y consiga sus fines.