LOS ABEJORROS PUEDEN DESARROLLAR SU PROPIA CULTURA

Está más que comprobada la capacidad de aprendizaje de algunos animales, como los chimpancés o las aves. Sin embargo, el comportamiento de los insectos eusociales se suele considerar como algo programado, como respuestas innatas a los estímulos que reciben. Buscando contradecir esta idea, un estudio puso a prueba el aprendizaje social de varias colonias de abejorros (Bombus terrestris), obteniendo resultados sorprendentes.

Animal eusocial: se trata de aquellos animales que viven en comunidades en las que solo unos pocos individuos tienen capacidad reproductiva—como la reina y los zánganos en las abejas—. Estas comunidades se dividen en varias castas especializadas en trabajos o funciones distintas. Entre ellas, se encuentran ejemplos como las hormigas, las abejas, los abejorros y algunas avispas.

Pintura de un par de abejorros antropomórficos, de pie en dos patas. Uno de ellos sujeta una horca con una "mano" y con la otra le entrega un ramo de nomeolvides a otro abejorro.  Se encuentran en un paisaje natural con vegetación, y una mariquita más pequeña abajo, también a dos patas, los mira.
“Forget Me Not Lane”. Artista: The Canvas Menagerie

Cómo entrenar a tu abejorro

El experimento contaba con unos discos constituidos por dos tapaderas de una placa de Petri, colocadas de manera que una giraba sobre la otra. La tapadera inferior contenía un pequeño hueco amarillo con agua azucarada, solo accesible si se hacía girar la tapadera superior haciéndolo coincidir con un orificio.

Para hacer posible que los abejorros pudieran realizar algo así, se colocaron lengüetas que, al empujarlas, hacían girar una tapa sobre otra. Un detalle a tener en cuenta es que se colocaban dos lengüetas en posiciones opuestas: una roja y otra azul.

En primer lugar, era necesario que un abejorro aprendiera que, al hacer girar la tapadera, se obtenía alimento. Para ello se le ofrecían pequeñas gotas azucaradas cuando se acercaba a la lengüeta y la empujaba. De este modo se recompensaba su comportamiento hasta que obtuviera el gran premio: la cavidad con mucha más agua azucarada. Una vez acababa su entrenamiento, se devolvía a su colmena.

Para el experimento, seleccionaron los abejorros con mayor aptitud para el forrajeo: aquellos que repetidamente salían a investigar la zona y volvían al nido.

Abejorro empujando la figura roja para abrir el rompecabezas. Fuente: PLOS BIOLOGY
La otra posibilidad, un abejorro abriendo el rompecabezas empujando la lengüeta azul. Fuente: PLOS BIOLOGY

Resultados

Cuando se abría el acceso al espacio de vuelo con varios discos rompecabezas, los abejorros empujaban exitosamente la misma lengüeta que el abejorro entrenado el 96,8% de las veces. Así se verificaba que la información se había transmitido de unos individuos a otros por demostración.

Como grupo control, se observó el comportamiento de colonias en las que ningún abejorro pasó por un proceso de aprendizaje. En estos, los abejorros tardaban más en descubrir cómo obtener el alimento de los discos. No solo eso, sino que los que lo conseguían no eran capaces de reconocer en principio cómo habían resuelto el rompecabezas, siendo muy poco eficientes.

Por estos motivos, era más difícil que se asentara un solo comportamiento en el grupo y eran menos los abejorros que resolvían los rompecabezas. Sin embargo, al cabo de un tiempo mayor, el comportamiento se volvía el mismo que en las colonias con un abejorro entrenado. Así se mostraba que algunos abejorros habían aprendido correctamente por ellos mismos y luego el resto aprendieron de ellos.

Se contempló la posibilidad de una preferencia por la lengüeta azul, a pesar de que el primer abejorro fuese entrenado con la roja. Esto se debe a que los abejorros presentan una predilección innata por el color azul. No obstante, el aprendizaje era más fuerte que el gusto por este color. Solo se observaba una predilección por la lengüeta azul cuando ningún abejorro fue entrenado.

No hay que reinventar la rueda

Quizás uno de los detalles más interesantes en los resultados del experimento sea el desarrollo de una “cultura” en las colonias. Aunque algunos abejorros se dieran cuenta que era posible resolver el rompecabezas empleando la otra lengüeta, esto no afectaba a la tendencia general. La tendencia era la misma que la del abejorro “educador” que había sido entrenado.

De este modo, se podría considerar que desarrollan una tradición o cultura muy simplificada. Si los demás lo hacen de esta manera y funciona, ¿por qué hacerlo de otra?

Una cultura efímera

A pesar de todo esto, la aparición de comportamientos más complejos resultados del aprendizaje es difícil que se dé en los abejorros. Esto se debe a que las colonias mueren al año junto a la reina, renovándose cada invierno. Es en esta época cuando las abejas reinas que se criaron abandonan el nido y crean sus propias colonias. Este ciclo de vida y muerte tan corto impide que los comportamientos adquiridos sobrevivan más que los individuos que los aprenden.

Aún así, hay estudios que prueban que algunos comportamientos tienen tanto una base genética como comportamental. Un ejemplo sería el robo de néctar —la obtención de néctar sin polinización atravesando una flor en la base con su “lengua”— que parece ser un comportamiento adquirido por aprendizaje de otros individuos. También se ha observado que los abejorros copian las rutas de forrajeo de sus conespecíficos, encontrando así las mejores zonas.

Esta capacidad del aprendizaje es una característica ventajosa para la supervivencia de la especie. Así, las abejas reinas con descendencia más “inteligente” serían más exitosas. Aunque estos comportamientos no sean innatos per se, sí que se vuelve innata la aptitud para conseguirlos. Se trata de lo que se conoce como efecto Baldwin.

Abejorro sobre una flor, está atravesando los pétalos de la base de la flor con su lengua, para alcanzar el néctar.
Abejorro robando néctar. Origen: RESEARCHGATE

Efecto Baldwin: fenómeno que se da en una población, donde presentan una ventaja evolutiva aquellos individuos con mayor aptitud para el aprendizaje o el desarrollo de una habilidad. Así, lo que fue un comportamiento aprendido puede llegar a convertirse en un aparente instinto. Su obtención “se fija” en el material genético de la especie. Un ejemplo podría ser el sigilo en la caza de los gatos y otros depredadores, que ya realizan desde pequeños.

Después de todo, subestimar las capacidades de otros animales por los distintos que son de nosotros es un error. Los abejorros han mostrado unas capacidades que ponen de manifiesto una historia evolutiva en la que el aprendizaje social ha sido clave. Solo es cuestión de tiempo que se derriben más ideas preconcebidas sobre la naturaleza con estudios como este.

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