La impresión que nos da cada vez que vemos a un ser vivo capaz de generar su propia luz resulta fascinante. Todo esto se debe a que estos animales contienen luciferasa, una proteína que, tras pasar por un ligero proceso, genera este resultado tan espectacular.
¿Qué es la luciferasa?
El nombre “luciferasa” es un nombre genérico que se le da a las enzimas —proteínas complejas que producen un cambio químico— oxidativas que se utiliza en la creación de luz en un ser vivo. Para que la luciferasa pueda actuar y dar lugar a dicha luz, necesita unirse a un compuesto llamado luciferina. Tras unirse con esta y usar un poco de energía en forma de ATP —molécula energética por excelencia en los seres vivos— da lugar a la proteína oxidada acompañada de luz. A este proceso se le llama bioluminiscencia, que en latín literalmente significa luz y vida, es decir, que es el propio ser vivo el que produce luz.

Hoy día se realizan este tipo de reacciones en laboratorios. Se acoplan esta proteína y su enzima, y con ello se permite visualizar con mayor facilidad los procesos bioquímicos de un organismo, buscar una proteína o célula en específico, etc.
Como curiosidad, el nombre de luciferasa proviene del nombre Lucifer —portador de luz en latín— que, además de ser el nombre de algunas figuras bíblicas, es una forma poética de llamar al lucero, el brillo del planeta Venus cuando amanece.
¿Los rotuladores fluorescentes también parten de esta proteína?
La fluorescencia es otro tipo de proceso, el cual no tiene nada que ver con la bioluminiscencia.
El material que presenta fluorescencia no emite luz propia, sino que canaliza energía a partir de radiaciones electromagnéticas —la radiación que emite la luz, la cual es medida mediante longitudes de onda—. De esta forma, el objeto o ser vivo recibe una determinada energía en forma de luz, y la libera en menor intensidad al medio. El resto de energía que queda, se disipa en forma de calor.

Se ha llegado a pensar que en este tipo de reacciones, la luz generada es solamente un producto secundario de la reacción, y no su objetivo principal. Pero por ahora es solo una suposición.
Ejemplos de especies que presentan bioluminiscencia y fluorescencia
Hottentotta salei
Esta especie de escorpión es un ejemplo de fluorescencia. Para que se pueda vislumbrar a este color—entre 440 y 490 nanómetros de longitud de onda— se tiene que utilizar luz ultravioleta. En el caso de no tener instrumentos que aporten luz ultravioleta, la luz de la luna llena también es una opción barata, pero no tan efectiva.

Se piensa que tienen esta particularidad para comunicarse con otros escorpiones, para defenderse de posibles depredadores, e incluso de atraer a posibles presas.
Escifozoos
Esta clase de medusa —representada en la imagen inferior—, junto con la clase hidromedusa, son capaces de generar luz gracias a la bioluminiscencia. La finalidad de la misma es para advertir de que son peligrosas.

Mycena lux-coeli
Este hongo en particular es uno de los más conocidos, considerada como especie exótica emisora de luz. Su nombre significa “hongos de luz celestial”. Se han encontrado en las islas Amami —Japón— y en las selvas tropicales de Brasil.

La finalidad más importante que conlleva el proyectar luz, en el caso de los hongos, es el atraer a insectos, para así poder esparcir con mayor rango sus esporas.
Es fascinante cómo, a partir de una proteína, los seres vivos son capaces de crear grandes maravillas y adaptarse al medio de forma tan sorprendente. Este fenómeno es solo una pequeña parte de toda la diversidad que se puede encontrar en la naturaleza.