Los peces, al vivir en entornos tan diversos, necesitan también diversas adaptaciones —o incluso optar a comportamientos particulares— para sobrevivir. El pez protagonista de este artículo, por su actitud bastante curiosa para sobrevivir, es el pez perla.
¿Cómo es el pez perla?
El pez perla es pequeño y no supera los 12 centímetros. A pesar de ser alargado, todos los órganos internos están cerca de la cabeza. Tiene una cola muy larga, haciendo que tengan un cuerpo anguiliforme —como las anguilas—, sin escamas, y normalmente es translúcido. El cuerpo tiene puntos pequeños plateados repartidos asimétricamente que recuerdan a las perlas. Pueden vivir hasta 8 años.

Viven cerca de la costa, y alcanzan hasta los 2.000 metros de profundidad en los océanos Índico, Atlántico y Pacífico —excepto la especie de la imagen anterior, Carapus acus, que se encuentra en el Mar Mediterráneo—. Esto hace que, al ser vulnerable por su morfología y tamaño —aunque hay géneros como el Echiodon que vive libremente— haya buscado alternativas para no estar expuesto a los depredadores. Eso dio lugar a buscar hospedadores para tener protección, pero no todos optaron por el mismo camino. Esta decisión dio lugar a dos modos de vida en el pez perla: el comensalismo y el parasitismo.
¿Cuáles son las diferencias entre el comensalismo y el parasitismo?
Estos dos modos de vida parecen iguales —ya que ambos consisten en buscar un hospedador— pero uno perjudica al hospedador, mientras que el otro no.
El comensalismo viene del latín cum mensa, que significa “compartiendo la mesa”. Esto quiere decir que, en el caso del pez perla, se aprovecha del hospedador y este último ni sufre ni recibe nada a cambio. Este tipo de comportamientos lo han adquirido los géneros Carapus —las más conocidas— y Onuxodon. Dentro de este apartado se encuentra Carapus acus, el cual se mete en el ano del pepino de mar, dejando la cabeza afuera, para así ver su entorno. Escondiéndose solo cuando vienen depredadores.

El pez perla, entonces, utiliza al pepino de mar como refugio, y cuando anochece sale para buscar alimento. Para no perderse y poder volver a su pepino de mar correspondiente, siguen el rastro de una sustancia química llamada holothurin, que lo segrega el pepino de mar en sus vísceras y lo expulsa para defenderse y distraer a su posible atacador.
El parasitismo, en cambio, perjudica al hospedador por beneficio propio. En el caso del género Encheliophis, viven dentro de invertebrados —pepinos de mar, moluscos y equinodermos— y los devoran por dentro. El pepino de mar, por suerte, puede regenerar sus órganos.
En el género Encheliophis puede ocurrir que busquen un nuevo hogar en un bivalvo —como un mejillón— pero si pasa demasiado tiempo dentro de él y no se da cuenta, puede quedar atrapado y morir, siendo transformado en perla.
¿Cómo se forman las perlas?
Los bivalvos forman perlas como mecanismo de defensa respecto a cuerpos desconocidos que entran en ellos. El bivalvo empieza a segregar carbonato de calcio —un tipo de cristal que da lugar a sus valvas— con el que envuelve al cuerpo extraño, y con una proteína llamada conchiolina, va solidificando y dando lugar a la forma de esfera particular de las perlas. Después de muchos años de proceso, el cuerpo extraño queda dentro de la perla, y el bivalvo intenta expulsarlas al medio.

En el caso del pez perla, cuando queda atrapado y muere dentro del bivalvo, también es recubierto por carbonato de calcio, haciendo que a veces se haya encontrado por sorpresa una peculiar perla, otra razón que le da su nombre.