Como hemos podido ver a lo largo de estas fiestas, uno de los manjares más elegidos para las cenas han sido los mejillones. A pesar de que sus conchas normalmente son limpiadas, siempre hay algún mejillón que tiene sobre él una especie de tubo duro y pequeño de color blanco. ¿Qué es exactamente?

Sobre los mejillones
Los mejillones forman parte del grupo de los moluscos, los cuales tienen una gran labor en la filtración de las aguas ya que se alimentan de plancton y de partículas microscópicas que flotan por el agua.
Los mejillones, al igual que la mayoría de moluscos con valvas, son sedentarios. Inicialmente su larva es móvil y permite su dispersión por el medio marino, pero una vez que esta se asienta en alguna roca, queda allí para siempre.
Para poder quedarse fijados al sustrato o a la roca, los mejillones producen unas fibras naturales filamentosas llamadas biso. Unas fibras color dorado-amarillento que también suelen quedar como resto en algunos mejillones comprados. Actualmente, se sabe que estas fibras se forman a partir de la combinación de secreciones de dos glándulas: una que libera la “base” de la fibra, y otra que libera iones metálicos y proteínas, lo que permite el endurecimiento de las fibras cuando ambas se combinan y contactan con el agua.

Los mejillones, al estar siempre fijos, llegan a servir como base para otros organismos que también viajan cuando son larvas y se asientan cuando son adultos. Un ejemplo de ello son los gusanos poliquetos.
Sobre los gusanos poliquetos
Los gusanos poliquetos son gusanos que en general tienen muchas patas —llamadas quetas en zoología—. Y aunque se parecen mucho a ellos, no son ciempiés o milpiés ya que estos son terrestres, además de que poliquetos y ciempiés son grupos totalmente distintos.

Existen tres tipos de poliquetos, pero los que nos importan ahora mismo son los llamados poliquetos tubícolas. Estos gusanos tienen las quetas algo menos desarrolladas, lo cual les dificulta el nado. Por lo tanto, la estrategia que han desarrollado estos gusanos ha sido la capacidad de construir tubos de carbonato cálcico a su alrededor para esconderse en ellos.

Cuando no hay amenazas, estos sacan su boca, la cual está rodeada de decenas de tentáculos, para atrapar partículas en suspensión. Cuando sienten algún peligro, introducen rápidamente sus tentáculos en el tubo, sintiéndose protegidos por su dureza.
Con estos tipos de interacciones, observamos que todos los organismos en la naturaleza están conectados y que se necesitan unos a otros para poder sobrevivir. Si falla uno, esto puede acabar afectando a la supervivencia de todo el ecosistema. No todo es tanta competencia, ni todo es “la ley del más fuerte” como se suele decir cuando se habla de interacción entre especies…
Reflexiones a parte, ¿quién nos iba a decir que estamos comprando dos animales en vez de uno cuando compramos mejillones?