Lo que una vez fue un paisaje desértico y desolado, ahora se está convirtiendo en un inmenso prado de flores moradas. La historia del altramuz morado en Islandia es cuanto menos peculiar: todo comenzó con unas semillas que viajaron desde Alaska hasta la isla volcánica.

Conociendo al invasor
El altramuz morado Lupinus nootkatensis, también conocido como lupín, es una planta fabácea —de la familia de las habas y los guisantes—. Esta planta es originaria de Norteamérica; Alaska concretamente, y posee una propiedad muy atractiva: fijar nitrógeno, un nutriente esencial para las plantas.
La fijación de nitrógeno consiste en tomarlo del suelo transformándolo en una forma disponible para la vegetación. Esta característica es de gran utilidad en suelos pobres, ya que no todas las plantas pueden fijar nitrógeno.
Entrando por la puerta grande
En 1945, la capacidad de fijar nitrógeno del altramuz morado llamó la atención de Hákon Bjarnason, el director del Servicio Forestal de Islandia.
Islandia es una gran isla volcánica, con intrincados relieves en su paisaje casi yermo. La vegetación es escasa, y algunas zonas recuerdan a la superficie de la Luna.
El altramuz morado suponía una oportunidad para dar vida al suelo pobre de la isla. Bastó un puñado de semillas, que llevó Hákon en su maleta desde Alaska, para que llegáramos a la situación actual.

El veredicto del jurado: ¿buena o mala?
La respuesta no es sencilla.
Se trata sin duda de una planta invasora, con un crecimiento masivo, que pone en riesgo a algunas plantas autóctonas y a su fauna asociada. Pero a la par, es un organismo que impide el avance de la desertificación y sienta las bases para el desarrollo de bosques. Con el suelo fértil que crea el altramuz morado, acuden lombrices, caracoles y las aves que buscan a estos invertebrados como alimento.
Como se dijo anteriormente, fue introducida en 1945, cuando finalizó la Segunda Guerra Mundial. Sus coloridas flores, buen olor y su facilidad para crecer, trajo algo de felicidad a los islandeses en tiempos difíciles. Sin embargo, desde entonces existe debate en el pueblo islandés respecto al altramuz morado al no ser nativa. Esto se observa de manera algo absurda y cómica en el siguiente vídeo, “Odia al lupín, ama al lupín”:
Buena o mala, el lupín o altramuz morado es una prueba más de la capacidad del ser humano para modificar la naturaleza a su antojo, siendo ignorante de sus consecuencias. Una vez alterado el equilibrio natural, en casos como este, parece que la única solución es gestionar algo que no necesitó nunca de nuestra ayuda.